El dieciocheno fue, en tiempos de su circulación, una moneda propensa a cometer sobre ella varios tipos de fraude y tropelías, principalmente el cercenamiento de las monedas y la falsificación. Los coleccionistas de estas monedas solemos ver con frecuencia como aparecen algunas de ellas con un tamaño menor al que deberían tener en realidad, careciendo en casi todas las ocasiones de las leyendas que rodean el busto del rey.
(Col. Part.)
(Col. Part.)
Esto es debido al cercenamiento o «recorte», procedimiento por el cual la moneda perdía tamaño pero seguía manteniendo su valor intrínseco de 18 dineros de vellón, por lo que la gente que lo realizaba tenía el beneficio de la plata que sacaba de la moneda, y continuaba teniendo la moneda con el mismo valor. Mateu y Llopis, en su trabajo de 1958 sobre los dieciochenos (1), escribe acerca de un grupo de cercenadores de moneda castellana y sus métodos que actuaba en Cataluña a comienzos del siglo XVII:
«Apenas pareció quedar saldada esta irreparable quiebra que como todas las cosas humanas tienen sus vueltas y mudanzas, la moneda castellana de plata vino a caer súbitamente de su trono, y a que los hombres no hallasen por ella de comer ni vestir, sino por los dinerillos nuevos. Fue la causa desta increíble mudanza, haberse dado en los bosques de Cataluña a cercenarla y quitarle capas de plata con materiales fuertes, y esto tan sin límite, que les vino a faltar a casi todos los reales la metad de su peso, y a llamarse por desprecio reales bosqueros. Este daño le sintieron luego todos los reinos comarcanos con peligro de tumultos populares, y con cesación del comercio, vendiéndose la que era buena, como si fuera mercadería.»

(Portada y detalle de unos versos relativos al recorte de monedas. Barcelona, 1606.) (Biblioteca de Catalunya, Barcelona) (2)
Pero el principal problema en aquella época era la falsificación de la moneda, cuyo tosco arte en el grabado y descuido en la acuñación a martillo hacía de los dieciochenos unas monedas relativamente fáciles de reproducir. Estas falsificaciones eran realizadas en vellón, a las que finalmente se les daba un baño de plata para que parecieran legítimas.

(Comparación entre una falsificación de época y dos dieciochenos auténticos. Col. Part.)
El Virrey y Arzobispo de Valencia de 1650 a 1652, Pedro de Urbina y Montoya, promulgó las llamadas «Cridas», que no eran sino llamamientos a la población acerca de algún asunto de interés general. La primera Crida relacionada con la falsificación de moneda se produjo el 28 de marzo de 1651, para reiterar lo que ya había decretado el anterior Virrey de la ciudad, Duarte Fernando Álvarez de Toledo, poco antes del fin de su mandato en real pragmática:
«Per a manifestar y tallar la moneda de plata falsa o falta de lley que corria de pochs anys a esta part».
Las penas mínimas y escasamente especificadas no disuadieron a la población ni a los falsificadores, por lo que con las Cridas de Pedro de Urbina estas penas serían concretadas y endurecidas.
Primero, en cuanto a los plazos otorgados a los falsificadores para declarar ante las autoridades de la ceca la posesión de este tipo de moneda, de tan solo quince días después de la promulgación de esta disposición:
«Sots pena als que contravindran de perdició de dita moneda aplicadora lo terç als còfrens del tesoro real de sa magestat y lo altre terç al jutge o jutges executadors de dita pena y lo altre terç al aprensor o acusador».
Además de otras penas, pecuniarias e incluso corporales al arbitrio del religioso.
Más comprensivo se mostraría Pedro de Urbina con quienes acudieran a la justicia para declarar este dinero, cuyo valor intrínseco, una vez tasado y fundido, se libraría a su dueño.
Si éste no estuviese de acuerdo con el peritaje, la moneda le sería cortada y devuelta.
Al parecer, estas nuevas medidas no fueron muy efectivas contra los falsificadores, siendo apresados tres de ellos en Segorbe (Castellón) llevando consigo una buena cantidad de plata, quizá para ocultarla o con el objetivo de sacarla del reino. También al monasterio de la Valldigna (Valencia) se le reclamaron otros tantos defraudadores de moneda, que se encontraban allí presos, junto a los utensilios empleados en sus prácticas:
«Per a que sian condignaments punits y castigats y que los motles y demés instruments de dita fabricació y qualsevols procesos contra aquells rebuts vinguen a nostron poder…»

(Museo de Prehistoria de Valencia)
El destino de muchos de estos defraudadores serían las cárceles reales de la capital, masificadas de prisioneros.
Hacia 1682 el estado de la moneda de plata era insostenible, debido al problema de la falsificación y recorte, hasta el punto de casi motivar un tumulto popular que fue sofocado por el Virrey y el Arzobispo.
Se dieron recompensas a quienes denunciaran a los falsificadores, así como se dispuso que quien tuviera moneda recortada, la entregase en la casa de la Ciudad en donde se tomaría a cambio de 8 libras 16 sueldos, dando también poco resultado práctico como con las Cridas de Pedro de Urbina.
Por ello se decidió que la única manera de solucionar el problema sería recoger cuanta moneda se pudiera y volverla a fundir para acuñar nuevos reales de plata por el procedimiento del molinillo. Dicho instrumento se trajo de Madrid y se instaló en la ceca; en cuantos a los artífices, vinieron de Barcelona. El 13 de diciembre de 1682 comenzó la fabricación de reales y dobles reales.
El motivo de estas emisiones era debido al perfeccionamiento de la acuñación, pasando a ser monedas completamente redondas, lo que disuadía a los cercenadores de monedas, ya que no encontrarían zonas en la que recortar metal, y a los falsificadores, que encontraban mucha mayor dificultad para tallar los cuños debido al buen arte con el que se grababan estas monedas, lo cual hacía casi imposible su copia para proceder a su falsificación, además de no tener medios para imitar el modelo de acuñación a molinillo.
A pesar de ello, éste método de acuñación no tuvo éxito, volviéndose a recoger los dieciochenos de molinillo para su posterior fundición y acuñación a martillo, con la que se continuaría con las últimas emisiones de 1707.
Aunque fueran tan abundantes las falsificaciones en su época, en la actualidad se conocen muy pocos ejemplares en las colecciones de dieciochenos.
———————————————————————————————————————————————————————————————————————— Bibliografía:
Mateu y Llopis, F. “El Dieciocheno. Notas y documentos sobre un valor monetario del Reino de Valencia durante Felipe III y Felipe IV (1598-1665)”. Nvmisma 8, nº33, pp. 22-71. (1958). (1)
Estrada-Rius, A. «La moneda falsa. De l’antiguitat a l’euro». MNAC, 2010. (2)
Arroyo Ilera, R. “Las monedas valencianas”, 1984.
Callado Estela. E. «El Virreinato del Arzobispo de Valencia Fray Pedro de Urbina (1650-1652). Universidad CEU-Cardenal Herrera. Saitabi: revista de la Facultat de Geografía i História. Nº60-61, 2010-2011, págs. 273-301.
Foro de Numismática Catalana (Numiscat). «Divuite fals de 1650».